Género experimental. Relatos de mis alumnas y alumno.

 GÉNERO EXPERIMENTAL. JUNIO 2024


En mis talleres trabajamos todos los géneros literarios pero cuando les explico el experimental a mis alumnos y alumnas nadie sonríe, las caras son de extrañeza, de no querer fallar pero de no saber por dónde cogerlo. 
Siempre les digo que se dejen llevar por la locura, que lo disfruten como niños pequeños jugando con las palabras y que no busquen fuera (Google, lecturas...) sino que busquen dentro, en su interior. Que es verdad que todo está ya escrito pero lo que hagan será único, porque lo han escrito ellos y ellas. Con esta máxima les dejo una semana por delante para que piensen y disfruten.
Y con estos escritos experimentales, maravillosos, me encontré a la semana siguiente.

Mª José Delgado (Algeciras)
La alumna me cuenta que ha escrito este relato con los títulos de los libros que ha leído. Los sacó de su estantería y los desparramó por el suelo ante los ojos atónitos de su hija. Y comenzó a moverlos, como si fueran un puzle. Cada título le fue dando pie al siguiente. Se puede decir que jugó con sus autores para crear una obra conjunta y novedosa. 
Ustedes dirán si les gusta. A mí me dejó impresionada y así se lo dije a ella.

Amores que matan (Vicente Garrido) 

La risa amarga  (Flann O´brien), Dicen por ahí (Yoly Mosteiro), Lo mejor para el hombre  (John O´Farrell). 

Mujeres  (Nuria Ruiz Fernández), Mentira  (Care Santos) Ella, maldita alma  (Manuel Rivas), Mi gran amor (Sarah Dunn). Lo que pasa es que te quiero  (Gloria Fuertes), Hija de la Fortuna (Isabel Allende), Madame Bovary (Flaubert).

Las cosas que no nos dijimos (Marc Levy), Una familia feliz (David Safier), Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo (Albert Espinosa).

La noche de la luna negra (Sherrilyn Kenyon), Corazón de piedra  (Lucia G. Sobrado), Tanta vida yo te di (Fernando Ampuero), Me traicionaste pero te haré pagar (Lilly Pad).

El amante japonés (Isabel Allende), Deseo y placer (Ignacio Morgado), Las dos después de medianoche (Stephen King), Mientras te esperaba (Gema Samaro). Jirones de seda (Fabian Plaza), Bajo el suelo de París (Miguel Obando).

Te lo dije (Megan Maxwell), Matar es fácil (Agatha Christie). Imposible de olvidar (Aislin Leinfill), Un destino teñido de sangre (Danielle L. Jensen). Entre rejas (Fernando Raja Alonso), Te sigo amando (Rebecca Winters).

Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven (Albert Espinosa).


Marta Márquez (Algeciras)

Esta joven bioquímica, que ahora reside en Madrid, es capaz de escribir unos relatos que te llevan a otro plano astral, te olvidas del mundo para zambullirte en sus historias sin darte apenas cuenta, cuando terminas de leer algo te ha transformado por dentro. Ni ella misma se lo cree. En esta ocasión, ha conseguido hacer un relato espejo con acróstico incluido. A ver si lo acertáis. Lo tengo que añadir en formato foto porque en formato word las palabras bailan, literalmente.


Mar Navarro (Estepona)
Esta alumna llegó al taller, hace más de un año, sin idea de lo que era la prosa. Su mundo era la poesía (y sigue siéndolo) pero ahora lo ha ampliado con relatos cortos cuyo tema principal es la cotidianidad, sabe sacar una historia de cualquier hecho normal que se nos pasa desapercibido, como tomar café con una amiga, ir al acampo con los niños y la tortilla de patatas o encontrar al hombre de tu vida. Aunque, a veces, nos ha sorprendido con relatos de terror, con asesinatos o con este, del género experimental. Ella se ha ideado un abecedario nuevo, cada letra es un signo del word, y con ello ha compuesto este poema. A ver qué os parece.

                                                       La forma en que miras

 

/!    “?.-:    =^·*!                                  La noche brilla

,?=^:    /!    /%”!    +%/.:                     sobre la luna dulce

:”.!^”!+!    :”    :/     &!^                        encarnada en el mar

,%^.!”+?    $!,.?”                                surcando pasión

:”)^:    /?,   :”!&?^!+?,                         entre los enamorados

 

 

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Alicia Morales (Algeciras)

Alicia es una escritora consolidada, con varias obras publicadas tanto en novela como poesía, y un puñado de premios en relato corto, aún así le gusta seguir aprendiendo y sobre todo, los talleres le sirven, para no dejar de escribir. Tener ese compromiso de crear cada semana un relato es un aliciente en su vida. El método Bradbury es efectivo con ella. El autor aseguraba que solía escribir un cuento a la semana, y lo hacía desde la convicción de que, si se escribe un cuento a la semana durante un año, es imposible escribir 52 cuentos malos. Por lo tanto, entre todos esos cuentos seguro que podemos encontrar una joya.

Bueno, pues Alicia escribe un relato por semana y os puedo asegurar que la mitad de ellos son buenos y la otra mitad, muy buenos. Si no, lean este poema, que puede parecer que no es experimental, pero sí lo es, en el fondo, porque juega entre el verso libre y el verso blanco, utiliza las metáforas, las imágenes y los dobles sentidos, de forma tal, que parece que estemos leyendo dos poemas en uno. Y si no, juzguen ustedes mismos. Hasta el título tiene su "aquel".

                                               Semana de Pasión

Tan iconoclasta tú, de tiempos antiguos.

Tan devota yo, de imágenes lorquianas.

El encuentro en el Santuario.

Aquel restaurante amurallado

entre vírgenes de cera,

confesionarios y pila bautismal.

Una ración de ibéricos, tú,

siempre te gustó pecar en lo pequeño,

bacalao, yo, por aquello de la vigilia.

Apuramos los riberas y los riojas.

Andamos, anduvimos, con la luna cómplice

mientras se hacía llena

y una primavera reciente

guiñaba la memoria.

Asidos de las palmas, 

mordiéndonos la piel,

las palabras, 

los recuerdos. 

Entramos con gula 

en las puertas del infierno,

gustando carne humana.

La esencia del otro 

en el tiempo que pasó,

sin hilvanar los retales 

de las vísceras abiertas.

Vomitando el olvido.

La madrugada nos madrugó

desnudos ante la gente,

tan frágiles, tan vulnerables.

Tú y yo.

Los buitres acechaban.

Acorralados y condenados sin mesura,

 sin defensa, ni piedad.

Nos cobraban los excesos

las hienas de la noche,

los piojos de la mediocridad,

las ladillas de las costuras provincianas.

No estuvo mal, tampoco bien.

Estuvo.

La tierra no es plana,

la gravedad existe y el mundo

tiene más mundos 

en el mismo espacio.

José Amellugo (Tarifa)

Pepe, para los amigos, es un médico militar retirado que se dedica a disfrutar del "carpe diem" y como tal, disfruta cada taller, cada relato que escribe, que escucha de boca de sus compañeras, de cualquier cosa que huela a cultura y arte. Se bebe la vida a sorbos y tiene tanta abundancia de creatividad y de información, que se le desborda y a veces, no sabe controlarla. Pero escribe, para educar y para divertirnos. Este relato no es que sea experimental, pero si es metaliterario, que ya también es un género interesante que hemos tratado en talleres anteriores. Es tan bonito leerlo y recrearnos en estas letras, que no he podido evitar la tentación de ponerlo aquí para que ustedes también se deleiten con su lectura. Ya me contarán.

La guerra de las letras.                           

Al norte, a dos calles del monumento a la Constitución española de 1812 de Cádiz, está el archivo histórico municipal de esta ciudad. Se trata de un edificio antiguo, de fachada color pajizo, con una placa a la izquierda del amplio portón de madera noble que hace de entrada.  Está tan deteriorada y poco conservada que apenas sí puede leerse en letras mayúsculas "Archivo Histórico Municipal". Está rematada en el centro sobre las letras con un escudo redondeado en el que aparece un hombre que sostiene un calabozo con sus dos manos y a su espalda, dos edificios, da la impresión que es él quien los defiende.                         

Su director, Javier Fernández Reina, es el encargado de mantener en orden los más de dos mil trescientos metros lineales de estanterías. Todas las mañanas, desde hace una semana, cuando llega tiene que colocar  en sus lugares originales algunos libros de los más antiguos que, fuera  de los anaqueles  aparecen abiertos sobre algunas de las mesas utilizadas para la lectura de los mismos.

A veces, ha pensado que algún funcionario después del cierre del archivo acude a al mismo para consultar algunas antiquísimas anotaciones.

-Ramón, ¿sabe usted si anoche, después de marcharme, vino alguien a revisar algún libro determinado? -pregunta al  encargado de la vigilancia del edificio.

-No, don Javier, desde hace unos días, yo también me he dado cuenta de que algunos libros aparecen fuera de sus lugares de origen. Esta mañana he revisado las cámaras y no he visto nada porque estaba muy oscuro. Esta noche voy a dejar encendidas algunas luces.

A la mañana siguiente, un martes del mes de agosto, jefe y subordinado se juntan en la sala de seguridad donde repasan los vídeos grabados durante la noche. Se miran el uno al otro extrañados de lo que acaban de ver, sobre la una de la mañana, cuatro libros, sin saberse porqué, salen de su apretado lugar y se posan sobre una mesa, se abren como por arte de magia.

—¿Estás viendo lo mismo que yo, Ramón?

—Sí, don Javier, pero fíjese ahora cómo unas cuantas manchitas negras de esos libros se juntan en el centro de la mesa. Voy a acercar el vídeo a ver si podemos distinguir con detalle lo que está ocurriendo.                                                  

Anda! Se trata de un puñado de letras, distingo con seguridad cuatro grupos. Parecen unas haches, unas jotas, unas x y unas ges -dice el director con cara de sorpresa. -A ver si puedes subir todo el volumen posible porque da la impresión de que...que hay un ruido de fondo.

Unos inesperados espectadores son premiados con la visión de algo imprevisto, inaudito, algo fuera de todo razonamiento. Pero un conciliábulo de letras se presenta ante sus ojos, parece una discusión.                                            

—Antes, vosotras, no existíais siquiera -le dicen las x a las jotas. -Sois mucho más posteriores a nosotras.

La que parece ser la jefa de las x  está muy adornada, es la más alta de todas.

—Yo, que iniciaba una de las páginas del Quijote, puedo decir, con seguridad de no equivocarme, que en mi antigua edición el título del libro era el Quixote de la Mancha. Vosotras las jotas sois de segunda categoría.

—Sí, pero nosotras, las jotas, tenemos muchísima más apariciones en las páginas del mundo actual, porque antes las palabras se escribían  con hache y hemos venido a sustituir numerosos vocablos donde la  hache o la efe  se veían hasta feas. Acordaros del Cantar del Mío Cid, de donde yo vengo,  pero mi edición es actual. Mis tatarabuelas me decían que tiempo ha se escribía  los "fijosdalgos".

Ahora, las haches se mueven empujándose unas a otras, todas quieren hablar al unísono pero una un poco más ancha que las demás, toma la palabra

—A ver, vosotras tenéis que estar donde estáis pero nosotras las haches, podemos incluso aparecer en unas palabras o no aparecer según quiera nuestro escritor, Así que tenemos el arte del birlibirloque. No tenéis más que fijaros en la palabra “almohada” que desde hace más de 50 años se puede escribir con la ache o sin ella, así que somos hasta comodonas.

El grupo de las ges dan todas ahora un paso adelante.

—Ya podéis ir callando todas vosotras porque lo nuestro sí que es interesante podemos estar acompañadas de la letra u o no, y sé de buena tinta porque, como tenemos oído, que los lectores nos pronuncian de muy diferentes maneras: si vamos acompañadas de la u sonamos como gue o gui, pero si no vamos acompañadas de la u nos pronuncian como una jota. Lo que quiere decir que, en verdad, las jotas están de más en nuestro diccionario, en nuestros libros.

Atónitos, nuestros dos personajes humanos deciden que esto va a ser un secreto entre ellos. No saben si otras noches la guerra de las letras se seguirá produciendo, si son las mismas las que discuten e incluso si no habrá algunas agresiones si se suben de tono en sus diatribas. En este caso algunas páginas se verán con espacios vacíos. Nuevamente se miran el uno al otro y deciden ir en busca de los libros que tienen movimiento propio,  a comprobar, a ojear cada una de las páginas en búsqueda de las letras perdidas.

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